sábado, 11 de abril de 2020

Crónica 23ª. El virus que regaló un padre extra a cada ciudadano

Que las ruedas de prensa del Gobierno durante esta crisis del coronavirus no son admisibles en un país democrático, es algo sabido, aunque no convenientemente advertido por todos. Pero que nuestro Presidente se dirija a los españoles con un uso paternalista del lenguaje, tuteándonos y proclamándose representante de la nación en su conjunto, resulta del todo indignante, por mucho que la causa sea que nuestro Presidente no tiene ni idea de lo que dice la Constitución que prometió defender. Al país lo representan las Cortes Generales y al Estado, el Rey. El Presidente representa solamente al poder ejecutivo, no al judicial ni al legislativo. Y ya está. No hay más. 

Claro que si nos atenemos al último engendro parido por los artificieros propagandísticos de la Moncloa, esa reedición de los "Pactos de la Moncloa" para superar esta crisis, solo podemos pensar que Pedro Sánchez no tiene ni idea de lo que aquellos pactos de 1977 significaron (véase el excelente artículo de Gregorio Morán en Voz Pópuli hoy sábado, 11 de abril). Alguien se ha sacado de la manga el invento, se lo ha vendido a Sánchez y a él, que solo sabe hacer monerías delante de un espejo llamado televisión, en la confianza de que los demás saben tan poco o aún menos que él, le ha parecido estupendo. Un instrumento magnífico para colocar a todos los demás en fila mientras él aguanta la risa al ver qué fácil es invocar a la Transición para liquidar al enemigo. Total, si nadie en el Parlamento ha denunciado que vivimos bajo un Estado de Excepción y no de Alarma, y tampoco se ha tildado en el hemiciclo de divagaciones bolivarianas a las del vicepresidente segundo acerca del artículo 128 de la Constitución, donde dice que la riqueza del país está subordinada al interés general, se entiende que a Sánchez le atraiga lo de convertirse en el líder de una amable dictadura democrática: no hay nadie que le cante las cuarenta y dispone de un ejército bien pagado de plumillas que le ríen las gracias.

Por descontado, ni los separatistas que apoya al Gobierno, ni sus socios de la bancada azul, creen en esos pactos. Y la oposición haría bien en no tragarse el canto de sirena: ¿cómo puede nadie acudir a la casa de quien te ha sacado tripas, navajazo va y navajazo viene? Es insólito lo que está pasando: mientras desde el partido del gobierno se atiza a la oposición, el Gobierno no dice ni mu sobre la penosa gestión de la crisis en comunidades "socias" como la de Cataluña. ¿Hablamos de relato? Es este: "Tú, oposición, júntate conmigo para pactar, pero antes déjame que voy a machacarte un buen rato mientras le hago carantoñas a quienes quieren aprovecharse de mí para hacer estallar las costuras del Estado que yo defiendo". Tiempos extraños para la política. Esta estrategia es tan absurda que uno no puede dejar de pensar si no estamos en manos de un insensato de la peor especie, porque, mutatis mutandis, es lo mismo que hace con Europa: necesita los coronabonos, pero usa como arma de negociación el trabucazo contra los países que han de aprobarlos. Inaudito. 

Este Gobierno está repleto de personas sin experiencia en la gestión de los asuntos públicos y sin capacitación técnica de ningún tipo (¿verdad, Ministro de Sanidad?, ¿verdad, Ministro de Universidades y antaño astronauta?). Ni siquiera representan la política del partido que gobierna: son personas fidelizadas por el cargo que ocupan, no por su ideología.

Y para traca final, lo que ocurre en el back-office del Gobierno, donde está el servicio de prensa y propaganda, donde un tal Iván Redondo, director del Gabinete, es nombrado para restablecer la libertad de circulación de unos españoles que han sido inconstitucionalmente recluidos en sus casas.

Tremendo todo.


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