viernes, 3 de abril de 2020

Crónica 16ª. El virus que soñó cómo sería el mundo de mañana

Parece que todo se ha calmado siquiera un poco muy ínfimo: la propagación del coronavirus, la información ininterrumpida, las voces repetitivas en las redes sociales... Concilia a la reflexión la tenacidad con que muchos opinadores en el mundo relacionan globalización y pandemia.  Aunque antes llegó la xenofobia: el virus chino, los extranjeros disemina-virus... ¿Alguien sabe dónde se confinan los transeúntes sin techo?

Alguien ha decretado la cuaresma pandémica en sustitución de la cristiana. Suenan voces que alientan contra el exceso de prosperidad, de bienestar y contra la exhaustación de los recursos naturales, causas todas ellas del advenimiento del presente Ángel Exterminador. Quienes así hablan, olvidan que no existía globalización cuando la Peste Negra que arrasó un tercio de la población europea. Ni existía globalización cuando la difteria, en los siglos XVI y XVII. Mucho menos cuando los anales de la Historia registraron la primera epidemia conocida, en Tracia, a principios del siglo V a.C., dando lugar a la invención del término (epidemos, "sobre el pueblo", males que afectan a la totalidad del pueblo sin distinguir edad o jerarquía, en contraposición a las plagas bíblicas que se ciernen solo sobre los primogénitos). Hipócrates, padre de la medicina moderna, que la vivió, narra en su Epidemiorum que el mal comienza a manifestarse con una tos seca, seguida de fuertes sofocos y luego de asfixia. Según cuenta, la epidemia, a la que denomina "Tos de Perinto", arrasa la ciudad casi por completo. 

Está claro que dos mil quinientos años más tarde nada ha cambiado.

En el siglo XIV, Bocaccio inicia su Decamerón con una descripción de la peste y los efectos físicos, psicológicos y sociales que la peste bubónica ejerció en Europa, explicando que la única manera de hacer frente a la "mortal pestilencia" es "encerrarse y atrincherarse", poner fin a las "visitas entre parientes" y  hacer que "los ciudadanos se eviten". No estamos mucho más avanzados que los contemporáneos de Boccaccio, pese a que nuestra medicina no es la de Hipócrates o Avicena.

Y, mientras tanto, muchísimos tratando de vislumbrar cómo será todo "cuando esto pase". No fue casual el impacto de las epidemias en el declive del milagro democrático griego. Las pestes fueron el origen de los hospitales generales y la disciplina de las factorías y cárceles, por ejemplo. La gripe española de 1918 dejó al mundo un legado en unos casos terrible(el apartheid de Sudáfrica) y en otros magnífico (el gusto por el deporte y el aire libre).

Una cosa parece clara. El mundo de mañana no será igual al mundo de hoy. Aunque al mismo tiempo, seguirá siendo el mismo que ayer.



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