miércoles, 8 de abril de 2020

Crónica 21ª. El virus que trajo el fin del mundo

No son pocas las voces que alertan de un peculiar modo de genocidio: el producido por el coronavirus. Si en la Gran Manzana está causando estragos, ¿qué no ha de pasar en los países más pobres del mundo? 

Veamos un gráfico interesante:



El gráfico anterior muestra el número de muertes por millón de habitantes en cada país (aunque solo hemos representado unos pocos). Veamos los datos:


España copa el lúgubre primer puesto de la tabla, con Italia a corta distancia (en realidad, ambos países han ido disputándose este tétrico liderazgo todo el tiempo). Bélgica y Francia les siguen a la zaga, con Reino Unido en el horizonte inmediato. Países como Irán, absolutamente desbordados por el brote epidémico y que ha anunciado que levantará las restricciones pese a que miles de personas mueren cada día, es el único país no europeo de entre los diez primeros. Estados Unidos, de momento, se mantiene en el grupo siguiente. La India, en el puesto 116, ha confinado a cientos de millones de personas en sus casas, que casi siempre son chabolas. En China han muerto solo 2,4 personas por millón. Parece como si el virus quisiera cebarse con los países ricos, ¿verdad? Estos datos no son suministrados de forma adecuada por ningún estado. Corea del Sur se encuentra en el puesto 42, con 3,87 muertos por millón. Lo de España e Italia es un desastre sin paliativos que, de momento, nadie quiere explicar, más allá de recurrir al tantas veces usado argumento del envejecimiento de la población. 

Aunque aún ignoramos cuál será la dimensión del desastre en países como Afganistán, Tayikistán, Yemen, Nepal, Birmania, Camboya o Bangladés, donde viven en pésimas condiciones millones de personas sin una mala mascarilla que llevarse a la boca. Por no hablar de zonas amplias de Latinoamérica. En Guayaquil, la segunda ciudad más importante de Ecuador, muchos enfermos caen muertos por la calle, asfixiados, sin que nadie se ocupe de ellos. 

Una constante de estas semanas es que, por todas partes, los presidentes solicitan a sus parlamentos la declaración del estado de excepción (aunque en países como España lo llamen de otra manera). A este paso los derechos humanos se convertirán en un mito del pasado. ¿Cómo puede afectar el estado de excepción a los cientos de miles de personas hacinadas en las favelas brasileñas? ¿Y en África, que es un auténtico polvorín en grandes regiones del continente? El coronavirus será un desastre añadido a las guerras, al fundamentalismo religioso, a las hambrunas y al resto de pandemias que deambulan por el continente, caso del ébola y el sida. Cuando la pandemia se extienda por África, llegarán hasta Europa olas de refugiados tratando de escapar de África. 

Decididamente, hay muchas cosas en las que pensar para cuando todo esto parezca que quiera darnos un respiro.




No hay comentarios:

Publicar un comentario