sábado, 18 de abril de 2020

Crónica 33ª. El virus que quería ser turista

Una cifra impresionante. Las empresas del sector turístico aportan el 10% del PIB y el 10% del empleo en el mundo. De los 7.200 millones de habitantes del planeta, 1.500 millones cruzaron en 2019 alguna frontera por viajes de placer. Los ingresos generados por el turismo fueron de 1,7 billones de dólares, casi 5.000 millones de dólares diarios.  En los últimos diez años, el crecimiento del turismo ha supuesto un 69% más de turistas internacionales. El turismo estimula el crecimiento inclusivo, crea empleos y Pymes, atrae inversiones e impulsa la economía. El Mediterráneo, que es donde nosotros nos situamos, es la principal zona turística turismo del mundo con casi 400 millones de turistas: representan el 32 % de todas las llegadas de turistas internacionales y el 30% de los ingresos por turismo a nivel mundial, así como el 13% de las exportaciones y el 23% del sector servicios. Además, proporciona empleo a más de 20 millones de personas. En el Mediterráneo, el turismo es una locomotora para el crecimiento y, en estos tiempos de crisis, puede serlo también para la recuperación económica al liderar la creación de empleo y recabar financiación externa por una mayor afluencia exterior. Esta capacidad de arrastre de otros sectores y sus beneficios colaterales resultan multiplicadores.

Es fundamental aportar alguna esperanza. Los datos y opiniones negativas se acumulan, con independencia del sector al que uno mire (como no podía ser de otra manera). Si nos fijamos en el turismo, podemos echar mano de un reciente informe de Deloitee, una de las consultoras Big Four (esas empresas tan modélicas que ponen sobre un papel cualquier cosa porque su misión es justificar cualquier cosa del modo que sea, incluidas auditorías fiasco con enormes impactos posteriores), considera que la matriz de British Airways, Iberia y Vueling, dejará el 90% de sus aviones en tierra, y prevé bancarrota para muchas de ellas. Además, junto con la Mesa del Turismo, asociación que engloba a 30 empresas del sector (muy pocas), estima pérdidas cercanas a los 90.000 millones de euros al dar por perdida la temporada de verano: esta cifra representa el 13% del PIB español.

Hay muchas cosas en la que todo el mundo está de acuerdo, y la más importante, después de la lucha sanitaria contra el coronavirus, es que la máquina económica va a necesitar combustible para salir de esta. El Fondo Monetario Internacional (FMI), que tiene por costumbre apuntarse a todas las crisis económicas, ha vuelto a anunciar sus previsiones y a enrarecer el ambiente. Pero el FMI se equivoca muchas veces: de hecho, raro es que acierte. Es muy difícil saber ahora mismo el impacto del confinamiento de la población mundial, causa de la crisis que ya está aquí. Sin conocer las estrategias de reactivación de los gobiernos, resulta complicado vaticinar nada.  El gobierno italiano ya está diseñando las suyas, pero la mayoría se limitan a sortear las curvas del corto plazo sin avanzar planteamientos de futuro. Todos hablan de que esta crisis lo va a modificar todo, pero nadie arriesga a pensar en el cambio. El informe del FMI va en esa línea: reconoce que el problema es grave, reclaman medidas extraordinarias, pero no piensa más allá de hacer funcionar de nuevo la economía al máximo. 

Otro día reflexionaré de la única condición que, a mi entender, puedo hacer que todo se recomponga antes de lo que se vaticina: en esta crisis todos los países caen, se quiebran. Ninguno se salva. Fue Fidel Castro (un dictador esquizofrénico, pero de discurso atinadísimo) quien dijo "capitalismo  es el sistema por el que todo el mundo le debe dinero a todo el mundo". Y es así. Una solución capitalista (deuda) no resolverá nada. Monetizar la crisis, entregar dinero a familias y empresas sin necesidad de que sea devuelto hasta que el temporal amaine, puede ser la única salida. En ese sentido, el Banco de Inglaterra, sin lugar a dudas el mejor banco central del mundo, ha decidido ya financiar el gasto del coronavirus monetizándolo: creando dinero, no emitiendo nueva deuda pública.


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