domingo, 26 de abril de 2020

Crónica 44ª. El virus que desconfiaba de las personas

Deberíamos estar prestando mucha atención a Suecia. El viernes registró 821 nuevos casos de coronavirus y 131 muertes más, hasta un total de 17.500 casos positivos y 2.150 muertes. ese mismo viernes, el epidemiólogo Anders Tegnell, quien se sitúa al frente de la acción del Gobierno nórdico frente al coronavirus, en una entrevista con BBC Radio 4 se mantuvo firme en su estrategia de no inducir al país a un confinamiento y parálisis severas como en España, Italia, Francia y muchos otros países en Europa. Por descontado, ha recibido muchas críticas por ello. En Inglaterra, los respetados epidemiólogos  Chris Witty y Patrick Vallance, asesores de Boris Johnson, hubieron de dar marcha atrás a la aplicación de una táctica similar. En España tenemos a don Simón...

Según Tegnell, un confinamiento más severo no salva vidas. En Suecia, la mitad de los fallecimientos por coronavirus se producen en residencias de ancianos y en los hogares. Desde el Gobierno sueco se justifica el aumento de casos a que se están realizando más pruebas a médicos y pacientes. 

Mientras tanto, en nuestro país seguimos discutiendo cómo se va a gestionar que los niños salgan a la calle desde hoy, domingo 26, o la gente a pasear y hacer ejercicio a primeros de mayo. Los planes para la desescalada son tan inexistentes como seguramente sean improvisados. Para un país como el nuestro, cuya economía depende en un 30% del turismo y los servicios, el cierre mantenido de la hostelería supondrá un perjuicio difícil de reconducir. Y en esas lides anda el debate, sin avanzar por la incompetencia del Gobierno, principalmente. En Suecia este debate no hace falta, las medidas de contención por la pandemia son tan laxas que no es necesario. Están prohibidas las reuniones de más de 50 personas, pero colegios, restaurantes o gimnasios siguen abiertos y sin obligación de cumplir con esa norma. Sí están prohibidas las visitas a las residencias de ancianos.  

La diferencia estriba en que el Gobierno sueco apela y confía en la responsabilidad de los ciudadanos. El nuestro, en cambio, con su política amedrentadora de informar sobre multas y denuncias por no respetar el confinamiento, se da por hecha la irresponsabilidad de los ciudadanos en cuanto se conceda algo de margen. Exactamente el mismo tipo de pensamiento que albergaba el gobierno franquista de la dictadura o cualquier otro tipo de gobierno autoritario. 


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