miércoles, 29 de abril de 2020

Crónica 48ª. El virus que no quiso pactar

De repente, el pacto dejó de existir. Fue suscrito en una reunión y permaneció vivo una semana. El pacto feneció con el anuncio del plan para desmontar las medidas adoptadas frente al coronavirus. Quizá no haya muerto, solo esté en hibernación, lo cual equivale a decir que cuando despierte será dentro de mucho tiempo: todo lo que quiera durar este invierno perpetuo que vivimos.

Reclamado por la gran mayoría de los ciudadanos, su nombre monclovita original fue rebautizado para mejor ajustarse a la reconstrucción por venir y al parlamentario nido cuya propiedad requería. Bien cortas han sido las patas de se anuncio: ayer mismo, martes 28 de abril, mientras el presidente desgranaba con (afectado) artificio y (soporífera) extensión su (confuso) plan de desescalada, no aludió ni una sola vez al pacto en el que deberían estar ya todos trabajando. Hubo un periodista que sí lo mencionó en el turno de preguntas, pero la respuesta no pudo ser más impertinente.

El Congreso solo sirve para aprobar, uno tras otro, los sucesivos estados de alarma. La oposición parlamentaria no opone resistencia y, pese a las críticas, vota a favor, por lo que hemos de colegir que están de acuerdo en el fondo aunque discrepen en las formas. Y ello pese al ninguneo que supone no haber consensuado ni una sola línea el texto del mencionado plan con el resto de fuerzas parlamentarias o ni tan siquiera con las autonomías. Eso sí, el susodicho plan va a necesitar de cuatro prórrogas más que deberán ser votadas en el Congreso. Al parecer, el Gobierno da por descontado que ningún grupo va a tener las agallas de votar en contra: sería visto por la sociedad en su conjunto como irresponsable.

Nada tan peligroso como vivir un bucle eterno de miedo. El 14 de marzo había razones justificadas para solicitar el estado de excepción (ya veremos qué pasa con la vulneración de derechos y libertades en un estado decretado de alarma). Pero mes y medio más tarde no nos encontramos en la misma situación. Entiendo las razones por las que los expertos sanitarios aconsejan continuar confinados, por supuesto, pero el ejercicio del poder es un delicado equilibrio entre muchas opiniones y una de ellas es que la crisis es grave, pero no un "global killer", no tan grave como para destruir todo el tejido social y económico lo mismo que si nos enfrentásemos a una extinción masiva. Tras mes y medio de parón, ha llegado el momento de discutir dónde nos encontramos. El tiempo del apoyo sin condiciones al Gobierno ya periclitó: duró lo que pudo durar el miedo al virus. Ahora es tiempo otra vez para la política y las negociaciones. En definitiva, es el momento preciso para que funcione ese pacto que dijeron acordar.

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