viernes, 1 de mayo de 2020

Crónica 50ª. El virus que mutaba para ser aún peor

Un equipo de investigación de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zhejlang, en Hangzhou (China), ha descubierto que el SARS-Cov-2 presenta mutaciones capaces de modificar sustancialmente su letalidad. A esta conclusión han llegado tras aislar 11 cepas diferentes del virus, en las que observaron diversas mutaciones, incluidas seis modificaciones de la glucoproteína S responsable del acoplamiento a las células del infectado. El análisis de las cepas aisladas muestra una variación significativa en los efectos citopáticos y la carga viral, con diferencias de hasta 270 veces, al infectar células vero. Por lo tanto, han hallado evidencia directa de que el SARS-CoV-2 ha adquirido mutaciones capaces de cambiar sustancialmente su patogenicidad. Un rastreo de las cepas del virus por distintas zonas geográficas del mundo ha dado como resultado que las más virulentas se corresponden con las de mayor mortalidad en Europa y Nueva York. Tal vez sea esta la causa de la mortalidad tan dispar que se observa entre diferentes países y regiones. No conviene precipitarse porque el artículo aún no ha sido publicado bajo revisión entre pares.

Ya dijimos en una entrada previa que era muy probable que en los hospitales se haya favorecido la aparición de cepas agresivas de coronavirus, un agente patógeno que tiende a seleccionar a portadores débiles o con deficiencias en sus sistema inmunológico. La acumulación de mutaciones puede poner en peligro el desarrollo de una vacuna, cuya investigación sigue diferentes estrategias, apuntando a diferentes partes del virus. No obstante, comprender los mecanismos de mutación del coronavirus posee importantes implicaciones no solo en el desarrollo de una vacuna, sino también en las estrategias de reducción del confinamiento al que vivimos sometidos actualmente.


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