domingo, 31 de mayo de 2020

Crónica 77ª. El virus que contagiaba mucho

Una vez que los contagios y fallecimientos por la Covid-19 están remitiendo en Europa, los pacientes asintomáticos pueden convertirse en los próximos protagonistas de la pandemia. 

Hoy en día, a causa del coronavirus, muchos conocen la historia de la desdichada Mary Mallon, una inmigrante irlandesa que llegó a Estados Unidos en 1883, siendo adolescente, para trabajar como cocinera y trabajadora doméstica en Nueva Yrk y Long Island. Entre 1900 y 1907, Mary Mallon contagió el tifus a decenas de personas sin padecer síntoma alguno. En 1907 ya había 30 casos de contagios de fiebre tifoidea sin aparente explicación. 

George Soper, un funcionario del Departamento de Salubridad de Nueva York, comenzó a sospechar de Mary tras la aparición de nuevos casos en Park Avenue, Manhattan, en 1907. Detectó que Mary había trabajado con aquella familia y logró establecer que anteriores brotes también se habían producido en domicilios donde Mary había igualmente trabajado. Una vez que Soper pudo practicar un examen a Mallon, detectó en sus desechos la presencia de la bacteria Salmonella que transmite la fiebre tifoidea. 

Mary Mallon se negó a cooperar: no entendía por qué le impedían ir a trabajar si ella se encontraba perfectamente. Finalmente, fue confinada (ella sí) en el hospital Riverside hasta 1910. Los medios la llamaron Mary la Tifoidea. Ese año se le permitió abandonar la institución bajo promesa de no volver a trabajar de cocinera. Sin embargo, en 1915, 25 personas enfermaron de tifus en el Sloan Maternity Hospital de Manhattan. Nuevamente fue una investigación de Soper quién descubrió que Mary Brown, una de las cocineras de la institución, era en realidad Mary Mallon. Pese a que en los archivos del centro médico aparecía un nombre y una firma diferente, el funcionario reconoció el tipo de letra de Mallon. La pobre mujer había estado trabajando en diferentes lugares como cocinera empleando dos nombres distintos. Fue devuelta a Riverside. En 1932, sufrió un accidente cerebrovascular que derivó en una parálisis. Murió seis años después a los 69 años. Aún se discute si hubo o no autopsia y, más importante, si la bacteria seguía o no en sus restos. 

Mary Mallon fue una de las mujeres más vilipendiadas en Estados Unidos a principios de siglo XX. Su trágica vida se convirtió en un paradigma de portador asintomático, personas que transmiten los virus o bacterias de una enfermedad sin mostrar ningún síntoma.

El caso de la pobre Mary es uno de los primeros y más célebres casos de supercontagiadores, individuos que transmiten a muchas personas enfermedades que otros infectados apenas contagian. El fenómeno se ha descrito en epidemias como las del ébola, el VIH o el SARS. Esta última, provocada por otro coronavirus, fue identificada en 2002. Un análisis del brote en Singapur descubrió que el 80% de los enfermos no habían contagiado a nadie, pero que cinco individuos infectaron a 10 o más de sus contactos. Investigadores de la Universidad de Hong Kong calcularon que alrededor del 70% de las infecciones de SARS se debían a fenómenos de supercontagio. 

Un trabajo reciente de un equipo de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres estima que el 80% de los casos de Covid-19 proceden de tan solo un 10% de los infectados. Con el SARS-CoV-2 se estima que, demedia, sin medidas de distanciamiento social o higiene, cada contagiado pasa el patógeno a tres personas. Sin embargo, lo normal es que la mayoría contagien poco o nada y que unos pocos contagien a muchos. En España, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y el hospital universitario de la ciudad gallega (SERGAS), sugiere que los supercontagiadores podrían estar detrás de la mitad de todos los casos hallados.

A partir de una muestra de 5.000 genomas del virus, se ha logrado reconstruir el comportamiento del patógeno desde su origen. Una de las conclusiones es que el virus es estable, lo que es idóneo para el desarrollo de una vacuna. Otro de los hallazgos es la existencia de cuellos de botella a partir de los cuales el virus se transmite a un gran número de personas. De ahí la suposición de los supercontagiadores, unas pocas docenas de individuos que contagian a 20 o 30 de sus contactos.

Dada la experiencia con el SARS, la conclusión es plausible, si bien no pueden descartarse fenómenos distintos. El interés se encontraría en identificar a los supercontagiadores y analizar sus características, tanto biológicas como de comportamiento social. Por ahora no hay estudios amplios que puedan identificar cómo son o en qué circunstancias se manifiestan. Podrían ser personas cuyo sistema inmunitario tuviese una carga viral elevada, pero sin mostrar síntomas. También puede suceder que la combinación con otras enfermedades incremente la capacidad de transmisión del SARS-CoV-2, algo que se ha detectado en personas que además de VIH tenían herpes, lo que elevaba los niveles de material genético del virus en el semen.



En España entraron las primeras cepas del virus que afectaron a casi toda Europa, pero, además, llegó una cepa asiática que apenas afectó a ningún otro país europeo a través de un supercontagiador perteneciente al linaje B3a. España pudo exportar esta cepa a Sudamérica ya que allí se han encontrado huellas de la circulación de la misma.


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