jueves, 21 de mayo de 2020

Crónica 71ª. El virus que sufría de estrés por su futuro

Mucha gente lo está perdiendo todo sin darse cuenta. Lo pierden ellos, sí, pero lo están perdiendo también sus hijos y nietos antes de que lo hayan tenido. El presente está perdido y el futuro lo tenemos embargado hasta nueva orden o se produzca un vuelco vertiginoso a la situación. Y no va a suceder, no en España, al menos. 

Nos han despojado -sin pestañear siquiera- de nuestros derechos y libertades: qué importa, en sede parlamentaria afirman que no es cierto, que todos ellos siguen ahí, incólumes, tal cual, que muy pronto volverán en esa nueva normalidad que, cuanto más llega, menos normal parece. Y, no contentos con eso, alardean de cumplir el objetivo de impedir que hubiese en España 300.000 muertos y que, felizmentesolo ha habido 30.000. 

Sin reclusión, todo es muerte. Será que el virus no mata porque sea un patógeno difícil de combatir. Será que el virus mata, o mata mejor, si te encuentra en la calle, borracha y yendo sola a casa, o saliendo a buscar pan, o en una terraza con los amigos obstinados en estornudarse unos a otros. Por tanto, hay que recluir. Y recluir mucho, seguir recluyendo, cuanto más mejor, mejor hasta septiembre que hasta junio. No sabemos bien si nuestros gobernantes profesan esta cuestión de fe por su propia incompetencia (tan pertinaz como el propio coronavirus) o porque han descubierto el goce orgiástico que supone gobernar sin rendir cuentas a nada ni bajo la lupa de nadie. Nos han salido dictadorzuelos los andobas estos del Gobierno. Y encima se cuelgan medallas y se ponen un notable alto en su labor de desbroce. Tanto placer les causa haber recluido a todo el país que no toleran la más mínima manifestación de protesta. La soportan, por supuesto, y les revienta las tripas, pero con gusto cortarían de cuajo la lengua de quienes profieren la inmensa injusticia de no considerarles almas salvíficas de la especie humana, en particular de la española. 

Dirá usted: "¿Y qué otra cosa se puede hacer?" Y yo le respondo: lea usted la prensa internacional o las agencias periodísticas si quiere informarse sobre lo que todos los demás están haciendo en este mismo momento, porque ni mucho menos están todos tomando las mismas decisiones.

Y nuevamente usted replicará: "¿Y si se equivocan y vuelve el virus y nos mata a todos?" Y yo zanjaré la cuestión: el virus va a regresar también por España, porque nadie está esparciendo desinfectando desde las nubes, de modo que métase en casa, con sus miedos y atavismos, no sea que la próxima mutación del coronavirus decida dejar en paz a nuestros ancianos y la emprenda con los idiotas. Claro que, entonces, pocos quedaban en el Congreso...

En quienes más pienso estos días es en los jóvenes (50% de paro) y en nuestros hijos menores. No sé qué les va a deparar la vida, no estamos sabiendo construir una lo suficientemente digna. Entre crisis económicas y sanitarias, la vamos poblando de trampas y minas. Ni siquiera pensamos en ellos cuando las cosas nos han ido mejor y podíamos disponer de algún recurso para dejarles un mañana mejor. Es la puñetera manía de los políticos de solo pensar en su culo dentro de cuatro años, cuando no en las vanaglorias de pensar que lo que ellos manejan es el estado y, a fin de cuentas, el dinero es ilimitado e incontingente. Decía de los jóvenes porque sus estudios valen menos que los pagarés de
Nueva Rumasa. 

Aquí solo ganan los políticos, especialmente los que pillan banco azul. Pueden realizar todos los desmadres que les dé la gana (miren, por ejemplo, al ministro del Interior, el señor Marlaska, súbitamente devenido cuervo en un campo de cadáveres) que ellos sí saldrán ganando. Pueden hundir el país y enviar a la miseria a millones de españoles, que cuando dejen el banquillo no será el de los acusados (el único que con justicia merecen) y se retirarán con pensión vitalicia, infame recompensa a sus esfuerzos por imponer su dictadura de ignorancia e ineptitud.

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