sábado, 2 de mayo de 2020

Crónica 51ª. El virus que deseaba normalidad

Prefiero lo de antes, lo de siempre, antes que la anormalidad de la nueva normalidad

Prefiero que el Gobierno acuerde sus planes y decisiones con la oposición y con las autonomías, salvo que lo de "Este virus lo paramos unidos" se refiriese solo al Consejo de Ministros, cosa que dudo. 

Prefiero que el Gobierno deje de consultar a los consultores de campañas electorales y comience a hacer uso, de una santa vez, de toda la capacidad científica y técnica que hay en España en lugar de improvisar continuamente y hacernos pasar una vergüenza ajena inmensa con los episodios de las mascarillas, los tests, el equipamiento protector y demás bochornosos asuntos. 

Prefiero un Gobierno donde todos sus integrantes piensen en los que han fallecido y no en sus propias cuentas. 

Prefiero que nos dejen actuar y hacer como mejor sabemos, porque está claro que, a responsabilidad, ningún miembro del Consejo de Ministros nos supera. 

Prefiero que mueran los mayores, si han de morir, en compañía de los suyos. 

Prefiero que a gente deje de aplaudir a los sanitarios y empiece a aplaudirse a sí misma por el cuidado que tenga al levantar el desastre en que nos han metido. 

Prefiero que nadie trate de engañarme de que las emergencias son indefinidas porque no hay otra manera de conseguir enderezar la situación. Tal memez solo se le ocurre a los ineptos.

Prefiero que ningún gilipollas, por muy ministro del Interior que sea, se arrogue el derecho a amenazar a los ciudadanos a quienes sirve.

Prefiero pensar que ha muerto y sigue muriendo mucha gente en el planeta, pero no tanta como para diezmar nuestra existencia y sentir que peligramos como especie. Y tal cosa se alcanza con políticas sanas y cabales, como en Corea del Sur o Taiwan o Alemania o Islandia, porque el miedo a morir no puede ser un freno a la vida, sino una excusa para encontrar el valor necesario para seguir haciendo del mundo un lugar mejor. 

Prefiero la normalidad. La de siempre. La de antes. La misma que, con una caradura inmensa, casi todo el mundo empieza a tomar por imposible, lo que demuestra que hay una corriente planetaria de contagio a las mentes para que piensen que este virus ha sido y es un apocalipsis. 

Porque cuando llegue ese temido apocalipsis, prefiero que no se entere ningún Gobierno de que ha llegado, que lo mismo les da por mantenernos con finados.




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