martes, 26 de mayo de 2020

Crónica 75ª. El virus que quiso ser juez

26.834 fallecidos (con muertos de ida y vuelta, y seguramente con una cifra próxima a los 50.000, algo que nunca porque jamás les va a dar la real gana hacer bien las cuentas).
240.000 enfermos.
650.000 trabajadores en paro.
4,1 millones de trabajadores en ERTE (700.000 sin cobrar su salario aún).

Estas son algunas de las cifras que demuestran, inequívocamente, que estamos más fuertes que nunca. Sin mencionar el derrumbamiento de nuestro sistema de salud (¿el mejor del mundo?), el fracaso estrepitoso del sistema de alertas sanitarias, ni a los trabajadores del sistema sanitario que han fallecido o se han contagiado por carencia de medios, y ni mencionar el clima político, donde Bildu ha pasado a convertirse en una "fuerza progresista", según palabras del presidente, a cambio de cinco valiosísimas abstenciones.

Y el Gobierno, sus medios afines y adláteres, en estrategia de cierre frente a cualquiera que  ponga en duda una sola de las decisiones tomadas: los errores dejan de serlo para convertirse en un mal común repartido por todas las fronteras del planeta, los expertos y científicos son defendidos a ultranza (han sido el argumento que siempre ha empleado el Gobierno), y el presidente poco menos que ha de ser considerado un líder iluminado que nos lleva a todos por la senda de la normalidad nueva que acaba de nacer, una senda en la que el Estado se erige en protector de los débiles, convencedor de los poderosos para que arrimen el hombro y la cartera, y regador de ayudas y subvenciones para todos, impedidor de despidos, conseguidor de cualquier cosa en Europa y, cómo no, agente turístico para que las playas españolas este verano se llenen de extranjeros y disfruten de las empresas que no aportan valor añadido y mucha estacionalidad al panorama económico patrio.

La culpa de todo, de existir, la tenemos los demás, por no hacer lo que él quiere, por no aplaudirle, o por no votarle. O, mejor dicho, casi todos, porque no se ha visto aún que eche cargo alguno contra Esquerra Republicana, quien votó en contra de la última prórroga del estado de alarma. Creo que a esta estrategia de confrontación y dadivosidad por un voto es lo que se ha dado en llamar "Nuevos Pactos de la Moncloa". 

Pero, sí, salimos más fuertes de la pandemia, tanto, que en un solo día han resucitado 2.000 muertos. Fíjense si estamos fuertes. Y unidos. Que se lo digan al coronel Diego Pérez de los Cobos, destituido por no querer entregar al chulo que ocupa el Ministerio del Interior (encima es juez, vaya tela) un informe judicial que le había sido encomendado. Cese fulminante. Luego hablan de respetar las sentencias (y las instrucciones). El presidente, y sus adláteres del banquillo azul y alguno que fue puesto casi ahí mismo, como el ínclito don Simón, perdón, don Fernando, van a defenderse sin miramientos del aluvión de denuncias que se vienen encima. Descuiden: no los veremos en mal trance. Con un poco de suerte, lo que no veremos será al engreído del Marlaska lucir de nuevo una toga de juez tras sus monitorizaciones y ceses (lleva ya unos cuantos cesados).


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