martes, 19 de mayo de 2020

Crónica 68ª. El virus que gustaba dar golpes a una cacerola

Ya sé que hay aplicaciones de móvil que reproducen el sonido del golpeteo de un cucharón contra una cacerola. Lo acabo de saber. Pero me pregunto si puede competir en volumen con el aporreo de una olla de acero inoxidable. Aunque siempre es bueno actualizarse.

Muchos piensan que lo de las caceroladas es un espectáculo casposo de gente bajando a la calle armando ruido con lo que tienen en la cocina. Toda esa gente que grita contra el Gobierno con la insolencia de saltarse la norma de confinamiento más la norma de distancia social más la norma de obligado apoyo más la norma de créete mis mentiras, son obviamente (con la definición de obviedad provista por el aparato gubernamental) unos fascistas adinerados, rentistas de mucho cuidado, explotadores ellos o sus ancestros del proletariado sufridor, cedistas y cuasi epígonos de lo más casposo y desagradable que ha parido madre en este terruño. Votantes de Vox, católicos de misa los domingos (cuando no diaria, ahora que ya se puede) y ellas, además, muñequitas rubias de insolente belleza.  

Aquí hay que ser como hay que ser. Asalariado y por cuenta ajena, y si autónomo se admite fontanero sin Mercedes o rentador de un quiosco de pipas y chuches. Por descontado, seguidor acérrimo de los programas televisivos esos de islas donde los famosos no desaparecen ni a tiros, futbolero de equipo y envidias ajenas, hipotecado por la honra de tus hijos y despreciador incólume del facherío arriba descrito, cuando lo de los epígonos y la CEDA.

A este individuo o individua, o transindividuo o transindividua, que lo del sexo es un concepto de brillo trasnochado ante el rutilante esplendor de lo genérico, también le parece que el Gobierno se encuentra superado, superadísimo, por una gestión política de la crisis horrible y nefasta. Pero no piensa en escracharles, aunque les venga bien empleado: ¡son los suyos! Son los que han venido al mundo con el objetivo de salvar a los asalariados de la miseria opresora del capitalismo, a poner igualdad en las riquezas de entre quienes la tienen en abundancia y quienes no (y trazar el ras -por favor- siempre bien abajo). A estos entes salvíficos, elegidos en urnas con toda legitimidad y legítimamente constituidos en Gobierno, hay que aceptarles los errores y aciertos, los muertos y los vivos, y por descontado ayudar a frenar su caída libre en las encuestas. 

Lo del control parlamentario, lugar donde según la constitución reside la representación popular, es cosa de credenciales democráticas. Nada mejor ni más cómodo que creerse elegido dios del cielo: la propia verdad se torna escritura sacra. Los partidos de la oposición son seres sospechosos, por definición, antipatriotas contumaces si criticones u oportunistas de tres al cuarto. Salvo los aliados: esos, de tofo fiar.

¿Caceroladas? Cómo osan. Cómo se atreven. España no puede volver a caer en manos de fascistas, de rebeldes, de golpistas, de la derechona, de las rubias o de los gualdos. Venzamos el miedo, camaradas, vayamos juntos francamente, y usted el primero, por la senda de la autocracia y la dictadura de los elegidos para la gloria.

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