miércoles, 20 de mayo de 2020

Crónica 70ª. El virus que quiso durar una década

Ensoberbecido, quiso prorrogar el estado de alarma nada menos que 45 días. Es decir, poderes excepcionales al margen del Congreso hasta el mes de septiembre. Supongo que a estas horas le habrán concedido 15 días más, que incluso me parecen injustificados. Máxime si atendemos a las palabras del gobernador del Banco de España de hace 48 horas, primera autoridad pública que pone negro sobre blanco, sin tapujos, aunque en ese estilo críptico y ampuloso que tanto gusta a los economistas, la auténtica dimensión de la hecatombe económica que se nos está viniendo encima.

Habló de un desplome esperado de la riqueza nacional en el entorno del 10% y un 25% de paro (del 50% para los jóvenes). Como hay muchos gastos y menos ingresos, se disparan el déficit y la deuda pública (que ya estaba bien disparada, por cierto, con eso de los viernes sociales). Estos números suponen la realización de sacrificios económicos durante una década, o más. E incluso puede ser peor. Eso habló.

Lo curioso es que, allá en las esferas políticas, nadie se ha echado a temblar. Prosiguen con el sainete de la unidad y la batalla contra el virus como si tal cosa. Al Gobierno no se le ha escuchado decir esta boca es mía: como si no fuese la cosa con ellos. Y a la oposición tampoco. No veo claro que el estulto Sánchez vaya a hacer nada de lo que ya tuvo que hacer su colega Zapatero o su antagonista Rajoy. De hecho, de hacer algo, tendrá que ser mucho peor. Y a quienes esperan frotándose las manos de ver pasar el tullido cadáver político del presidente, les recomendaría que abriesen los ojos porque lo que van a heredar no es un país sino un erial.

Dicen que Hernández de Cos, el gobernador del BdE, dijo en voz alta lo que todos saben. Ahora solo queda que vaya alguien a hablar de las opciones que se presentan por delante, si es que hay alguna, que tras dos meses de desastres anunciados sin interrupción uno ya no sabe si lo que resta es morirse ya y dejar el mundo a las bacterias. Pero me temo que seguiremos mareando la perdiz con Junqueras, el nuevo chantaje del PNV o si los naranjas serán hechos zumo o gajos.


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