viernes, 1 de abril de 2022

Post Crónica 17: por qué las nuevas oleadas de Covid-19 son un problema en algunos países y en otros no lo son

Justo cuando parece que los casos de COVID empiezan a decaer tras los picos altos de enero, las infecciones aumentan una vez más en todo el mundo. El principal impulsor es el sublinaje BA.2 de la muy infecciosa variante Omicron.

En ciertos países, como el Reino Unido, el aumento de la vida social de los ciudadanos y la disminución en eficacia de las vacunas, incluso en quienes recibieron dosis de refuerzo, están contribuyendo a este aumento. Pero también se está observando grandes picos en áreas que anteriormente se habían mantenido libres de COVID: Nueva Zelanda, Hong Kong y Corea del Sur, por ejemplo. Las tasas de casos en estos lugares superan actualmente a las observadas en Europa cuando estaba en su peor momento, a pesar de que estos países tienden a seguir políticas rigurosas de cero COVID, con controles fronterizos estrictos y medidas internas rigurosas. La nueva variante, altamente infecciosa, parece tener un mayor efecto en aquellos lugares donde las restricciones son más estrictas.

Mucho antes de la COVID-19, se sabía que las medidas de control no farmacéuticas rara vez detienen la propagación de una pandemia. Por lo general, los bloqueos y cuarentenas solo retrasan la propagación de una enfermedad. Sin embargo, esto puede ser suficiente para aplanar la curva de infecciones y aliviar la presión sobre los servicios de salud, o para reducir la enfermedad y la muerte al retrasar la mayoría de las infecciones hasta que los tratamientos mejoren o las vacunas estén disponibles. 

En realidad, el factor de control de enfermedades más influyente es la inmunidad, que puede generarse por infección o por vacunación. Ambos son importantes. El final de la pandemia, en cualquier lugar del mundo, muy probablemente dependerá de la proporción de personas que hayan sido infectadas por COVID, no solo de la proporción de población vacunada.

Las infecciones en quienes están vacunados situarán la inmunidad en un nivel más alto. En cambio, a quienes contraigan la enfermedad sin estar vacunados, el nivel de protección será simplemente mayor, que no es poco. La inmunidad tras la infección brinda una protección mejor que la inmunidad adquirida con vacuna de refuerzo, especialmente pasados 90 días.

Esto ayuda a explicar por qué algunos países ahora están manejando los brotes mejor que otros. En Europa, a pesar de la excelente cobertura de vacunación, la mayoría de las personas también han contraído COVID, y muchas personas incluso más de una vez. Sin duda, los casos son altos, pero las tasas de muerte y enfermedad grave se mantienen en un nivel relativamente bajo.

En comparación, los países que han seguido una estrategia de cero COVID están observando un mayor aumento de infecciones y de muertes, incluso si tienen una alta cobertura de vacunas. Su falta de infecciones previas significa que la inmunidad en toda la población es más baja.

A pesar de que tanto Hong Kong como Nueva Zelanda han sufrido grandes aumentos en la transmisión viral, el impacto en sus sistemas de salud pública ha sido dramáticamente diferente. Nueva Zelanda, con una alta cobertura de vacunación y un programa de refuerzo reciente, está capeando la mayor incidencia con muchas menos muertes que Hong Kong, con una tasa de mortalidad por millón de personas (en marzo de 2022) 38 veces mayor que la de Nueva Zelanda.

La diferencia se debe a las campañas de vacunación promovidas en ambos lugares. En Hong Kong, al menos hasta finales de febrero, la aceptación de la vacuna de refuerzo fue mucho menor que en Nueva Zelanda, y fue particularmente baja en los grupos de edad más mayores y más vulnerables. Incluso la cobertura de la segunda dosis fue baja en estos grupos, lo que significa que muchos tenían un alto riesgo de enfermedad grave y muerte. Las autoridades de Hong Kong han acabado admitiendo que no se esforzaron suficientemente para promover la vacunación en los ancianos.

Europa ha decidido levantar las restricciones restantes desde principios de este año, a pesar de que los casos aún eran altos cuando se relajaron los controles y siguen siendo altos ahora. No hay una respuesta a la pregunta de si esta decisión es o no correcta, pero dado que las medidas de control no farmacéuticas solo retrasan las infecciones en lugar de prevenirlas, las medidas restrictivas solo deberían continuar si los beneficios de retrasar las infecciones superan los daños que conlleva la restricción de las libertades de las personas. Dados los altos niveles de inmunidad en la población europea, resultado de los altos niveles de contagio y la buena cobertura de vacunas, tiene todo el sentido levantar los controles.

Retrasar las infecciones puede provocar que las personas contraigan COVID más adelante, cuando sean más susceptibles a enfermar gravemente. La imposición de restricciones en diciembre de 2021 habría reducido las muertes por COVID en enero de 2022 a costa de un aumento de las muertes en marzo.

Aunque levantar los controles tenga sentido, hoy en día Europa tiene una importante parte de población de personas mayores o vulnerables que aún no han contraído el virus y cuya inmunidad a la vacuna está disminuyendo. El sistema de salud debería centrarse en evitar que estas personas desarrollen una enfermedad grave mediante más refuerzos o el uso de antivirales. Es mucho más efectivo que intentar reducir la transmisión en la población general.



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