miércoles, 9 de marzo de 2022

Post Crónica 15: Algunos humanos jamás son contagiados por el Covid

Dos personas salen a cenar y toman lo mismo; una acaba en la sala de urgencias con intoxicación alimentaria, la otra no. El Covid-19 afecta a toda una familia, excepto a una persona, que se mantiene sana. La imprevisibilidad del coronavirus evidencia lo mucho que no sabemos. Así, la variante ómicron se ha propagado en las ciudades con una tasa de contagio mucho más alta que antes, y sin embargo algunas personas siguieron dando negativo, incluso cuando convivían con una persona que había dado positivo.

Se sospecha desde hace tiempo que la genética puede ser un factor que explique por qué hay personas que reaccionan de forma distinta a una misma enfermedad. No es tan extraño. Dos niños mellizos (con la misma mutación genética) pueden presentar grados muy distintos de distrofia muscular. Y así sucede con muchas otras enfermedades. Tal vez haya genes que protegen a las personas de una enfermedad y sus síntomas, pero no es posible que una única mutación genética pueda afectar a la reacción al coronavirus. Si se busca en combinaciones de genes, se comprueba que algunas variaciones genéticas entre personas contagiadas y sus parejas asintomáticas influyen en la actividad de las células asesinas naturales, un componente fundamental del sistema inmunitario. Las personas sin síntomas de contagio son más propensas a que sus células asesinas naturales reaccionen con firmeza, lo que puede ayudar a fortalecer la defensa ante la infección. Esto no significa que evitar la enfermedad sea posible solo gracias a los genes, pero estos proporcionaron una pieza de un rompecabezas apasionante.

En muestras de sangre de 100 personas mayores de 90 años, entre ellas 15 centenarias, de las cuales una se conserva con una extraordinaria salud a sus 114 años, todos ellos salieron relativamente indemnes del contagio o tuvieron contacto con el virus, pero sin presentar síntomas. Centrarse en esta población, que normalmente se consideraría de alto riesgo por su edad avanzada, puede ayudar a aislar un factor genético que explique las consecuencias de la COVID-19. 

Ir a la caza de marcadores genéticos de resistencia a la COVID-19 es uno de los experimentos más útiles y que más pueden contribuir al entendimiento de cómo es posible que personas sanas puedan desarrollar una enfermedad que amenace su vida? Hasta la fecha, se han identificado un pequeño porcentaje de pacientes graves de COVID-19 con mutaciones en genes relacionados con los interferones, lo que produce una falla en la capacidad del cuerpo para defenderse de la infección. Todas estas personas estaban sanas antes de contagiarse del coronavirus. Además, se ha descubierto que el 15 por ciento de las personas tiene anticuerpos que atacan por error a los interferones, mermando su funcionamiento en la respuesta inmunitaria. Una sorpresa en toda regla.

La genética es complicada. Suele haber mucho ruido, sobre todo durante la evolución de una pandemia. Para empezar, entender por qué una persona podría no contraer la COVID-19 se vuelve más difícil ahora, cuando hay factores —como las vacunas, las dosis de refuerzo y los contagios previos— que pueden influir en cómo se las arregla la gente contra el virus. Incluso la pregunta de si algo tan simple como el grupo sanguíneo se relaciona con las consecuencias de la COVID-19 —a lo que se prestó mucha atención al principio de la pandemia— está plagada de ciencia en conflicto y no es algo que a los médicos les parezca trascendente. Para dificultar las cosas, la conducta y el entorno de las personas pueden afectar al funcionamiento de sus genes.

Pero ni siquiera el conocimiento más profundo de la genética de una enfermedad garantiza que los científicos puedan desarrollar un medicamento que funcione. Para complicar las cosas, las mutaciones pueden tener efectos positivos y negativos de forma simultánea: la misma variación genética que puede generar resistencia al VIH también puede aumentar la susceptibilidad al virus del Nilo Occidental.

Si hubo alguna vez un momento idóneo para avanzar en un campo mediante la colaboración mundial y con decenas de miles de personas dispuestas a ofrecer su información genética para ayudar a impulsar la investigación, es este. Del mismo modo que se desarrolló una vacuna contra la COVID-19 en unos plazos que a muchos les parecían imposibles, también la investigación genética de la enfermedad podría progresar a pasos agigantados que en tiempos de normalidad parecerían implausibles.



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