viernes, 27 de noviembre de 2020

Post Crónica 2: avances en la comprensión de los mecanismos de infección del SARS-COV-2

Qué duda cabe, durante todo 2020 se ha investigado con gran intensidad sobre cuáles son los mecanismos de infección de la COVID-19 y, en consecuencia, poder derivar sus posibles tratamientos. La gran diana es el recubrimiento de proteínas S (spike) de la envuelta lipídica del virión que le da a esta familia el nombre de Coronaviridae y que tiene una similitud del 77% con la del virus del


Actualmente sabemos que COVID-19 utiliza su proteína S (spike) a modo de llave maestra para unirse a la proteína humana ACE-2 provocando la fusión de las membranas del virión y la célula. Respecto a la proteína humana ACE-2, sabíamos con anterioridad que se expresaba en corazón, riñón y testículos, pero posteriormente se ha encontrado en las células del epitelio respiratorio e intestino delgado entre otros. Esta proteína humana está implicada en la regulación del sistema renina-angiotensina-aldosterona y algunas de sus funciones son controlar la presión sanguínea, el volumen extracelular y los niveles de sodio-potasio.

Existe una proteína multifuncional, la GRP-78, que también se encuentra en la membrana celular y que constituye una ruta desconocida en la COVID-19, aunque no en el virus del papiloma humano. Esta proteína podría ser prometedora en la reducción de la tasa de infección viral según apuntan algunos estudios.

La Furina es otra proteína humana presente en numerosos tejidos que también parece ayudar a la COVID-19 para infectar las células de pulmones, glándulas, hígado, riñones y colon al activar un lugar de unión de su proteína S19. La furina estuvo previamente implicada en las infecciones por MERS-CoV.

El CD147 es un receptor proteico de membrana del que se sabe realmente poco en relación con la COVID-19 y que podría constituir una línea de investigación futura por haberse demostrado que facilitó la infección en el SARS-CoV y el VIH.

Cuando el ministro de salud francés, Olivier Véran, en su cuenta de Twitter recomendaba no tomar antiinflamatorios como el ibuprofeno, se abrió la caja de los truenos. En ella aseguraba que algunos antinflamatorios podían empeorar la infección provocada por los viriones de COVID-19. Una afirmación que podría deberse al aumento de la presencia de ACE-2 en las células humanas provocado por dichos fármacos, lo cual podría ser un factor de riesgo añadido en pacientes con enfermedad cardiaca, diabetes o hipertensión que ya de por sí tienen niveles de ACE-2 más elevados por su tratamiento. Además, con el ibuprofeno en tela de juicio, encontramos información en su prospecto de que puede enmascarar ciertas infecciones al ocultar la fiebre, o en casos raros disminuir los niveles de glóbulos blancos en la sangre.

Es de vital importancia comprender que, con la bibliografía disponible, podemos confirmar que los antiinflamatorios no estereoideos aumentan la presencia de la proteína ACE-2 que utiliza el virión para infectar células humanas, pero no disponemos de evidencia para establecer una relación causal entre el agravamiento de la enfermedad y el uso de ibuprofeno.

Algunos autores han investigado los efectos de inhibidores de ACE-2 con la esperanza de que pueda disminuir la infección por COVID-19. Un estudio de recolección de datos en el Hospital de Wuhan Nº 7 observó los efectos de tomar inhibidores de ACE-2 y el agravamiento o mejoría de la enfermedad. Sin embargo, no se hallaron diferencias significativas. Un resultado desesperanzador que tal vez se deba a la complejidad de los procedimientos clínicos y sus interrelaciones, a las rutas alternativas de infección de COVID-19 o a la ineficacia de los propios inhibidores.

Otros autores en estudios in vitro con células de primate obtuvieron resultados prometedores con cloroquina, un fármaco que tiene efecto protector y terapéutico y que actúa modificando la proteína ACE-2, dificultando a la proteína S del virus realizar su letal unión, así como elevando el PH de los endosomas, unos cuerpos esféricos de almacenamiento que se encuentran en el interior celular. Sin embargo, su eficacia ha sido puesta en tela de juicio en estudios posteriores, sin que se se haya descartado por completo su estudio.

Otro tratamiento en investigación es la lactoferrina, una proteína secuestradora de hierro que se encuentra principalmente en la leche materna, las lágrimas y las secreciones intestinales que constituye la primera línea de defensa del huésped. Su capacidad para interaccionar con la proteína HA (hemaglutinina) de algunos subtipos del virus de la influenza A, resultan prometedores al inhibir la fase temprana de la infección mediante un proceso de estabilización de la proteína del virus que, al no poder cambiar de conformación, es incapaz de iniciar la infección. También mejora la respuesta contra el virus del SARS de las células asesinas naturales (NK), un tipo de linfocitos que elimina células infectadas y cancerosas, así como los agregados y la adhesión de los neutrófilos.

Lo que sí está claro, y debe tomarse en consideración, es que la unión de la proteína S de COVID-19 con ACE-2 es más fuerte que la del virus del SARS, lo que aumenta el interés en bloquear esta proteína de múltiples dianas en futuros tratamientos, vacunas o terapias.


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