miércoles, 1 de febrero de 2023

Post Crónica 19: las nefastas políticas de "Casi Cero Covid" que nadie recuerda

Ejemplo. CHINA

Durante el XX Congreso de representantes nacionales del Partido Comunista Chino, del pasado 16 de octubre, Xi Ping reafirmó su inquebrantable fe en su política "Cero Covid". La misma que, hace un par de semanas, ha relajado ante el peligro de subversión de una parte importante de la población y el desastre económico que origina en todo el entramado político y social chino. Insistió en que se había priorizado a las personas y sus vidas por encima de todo (sin especificar qué contiene ese "por encima de todo"). Tres años después del inicio de la pandemia en Wuhan, aún no conocemos fehacientemente cuál fue el origen del virus responsable de la pandemia.

China es única empecinándose en batallas ciudadanas. La del hijo único impuesta de 1979 o la del Gran Salto Adelante (1958-1961) de Mao que aniquiló a más de 30 millones de chinos por hambre, son dos claros ejemplos. Más recientemente se sitúan la obligatoriedad para los agricultores chinos de desviar sus recursos a la labranza de productos básicos (arroz y trigo) en lugar bambú y flores, más rentables. Si desde la década de los 70 el crecimiento chino anual rondaba el 9%, en 2021 descendió al 8,1% y para 2022 se habrá situado en el 2,8%: un desastre sin paliativos al que hay que unir un desempleo juvenil del 20%. Todo por una política utópica de cero casos Covid cero, cuando la cruda realidad es que han contabilizado recientemente 1.459 casos (aunque vaya usted a saber cuántos hay realmente). El gobierno chino es único en contar cuentos.

Es esperable que, con el alivio de las medidas anticovid, Chine registre ahora un aluvión de infectados (Nature estima 1,6 millones de muertos y una demanda UCI de más de 15 veces su capacidad). Sean ciertas o no estas previsiones, que seguramente no lo serán, el origen se halla en la baja tasa de inmunidad actualmente observada en el gigante asiático. La población desconfía mucho de las vacunas. No son pocos los médicos que las desaconsejan a sus pacientes. Todas estas circunstancias cuestionan la exactitud de los datos sobre el nivel de vacunación alcanzado. Y existe una total ignorancia acerca de la capacidad del sistema sanitario chino para hacer frente a pandemias.

Con todo, China lleva tres años en un interminable estado de emergencia. La población soporta cuarentenas que separan a las familias y confinamientos masivos que duran meses. Las severas restricciones a los viajes internacionales impiden el reflote de su industria y mercado. Y las exigencias de PCR podrían suponer unos cien mil millones de dólares anuales si "solo" 900 millones de chinos se sometieran a la prueba cada tres días, como reza el protocolo. De momento, los hisopados semanales se realizan en cabinas de control en las calles de las ciudades más pobladas, a cargo de voluntarios. La amenaza de confinamiento lleva a muchos ciudadanos a falsificar los resultados. Y no hablamos de la estricta vigilancia policial... En un artículo del Diario del Pueblo (insignia del PCC) se glorifica el combate contra la epidemia como «lucha material y espiritual». Los tests masivos no han llevado a la relajación de las medidas, sino a confinar más y más ciudades. 

Contraejemplo. SUECIA

Para el gobierno chino, la convivencia con el coronavirus es un ejemplo de incompetencia occidental. Suecia es el país que más libertad permitió a los ciudadanos en respuesta a la pandemia. También es uno de los que mejor les ha ido. 

Las medidas que adoptó Suecia en un primer momento fueron la prohibición de eventos multitudinarios por encima de 500 personas (posteriormente rebajado a 50), normas de funcionamiento de bares y restaurantes (sólo se permitía el servicio en mesas, con una distancia mínima entre sillas), prohibición de entrada de extranjeros procedentes de áreas con alto nivel de contagio, y cierre de museos, instalaciones deportivas, institutos y universidades. El resto de las medidas fueron sólo recomendaciones de la Agencia de Salud Pública. Por ejemplo, que los mayores de 70 años redujeran todo lo posible sus interacciones y limitar cuanto se pudiera los viajes, fomentar el teletrabajo, evitar el transporte público, etc. Respecto a esto último, en efecto el transporte en autobuses descendió, pero el tráfico rodado apenas se resintió. La sociedad supo adaptarse. En aquellos mismos días en que la movilidad sueca se adaptaba a las circunstancias, en España se detenía por completo a resultas de la prohibición generalizada del Gobierno de salir de casa (refrendada e incluso ampliada por muchas CCAA). 


Las críticas al modelo sueco fueron generalizadas. La legislación en España, como no podía ser de otro modo, aprobó obligaciones y prohibiciones de manera generalizada, dirigida a grandes sectores sociales. Las vicisitudes de los pequeños pueblos rurales, por ejemplo, no se atendieron. Las prohibiciones arrasaron con todo sin observar ninguna circunstancia particular. En lugar de permitir adaptar el comportamiento, se impuso un cierto tipo de "nueva realidad". Muchos, los más, lo celebraron. Los demás tuvimos que fastidiarnos. No hubo espacio para la decisión personal. La libertad se canceló.

Según un informe de la Oficina Nacional de Estadísticas del Reino Unido, el exceso de mortalidad en Suecia y Noruega entre enero de 2020 y junio de 2022 en comparación con la media de 2015 a 2019, fue del 2,7%. En Dinamarca, del 5,2%; en Finlandia, el 7,1%; en España, 10,8%; Portugal, un 11,2%; Grecia, un 13,5%. Sin embargo, los gobiernos que fracasaron en el empeño con sus medidas draconicanas, celebran sus cifras jubilosos y aún siguen sosteniendo que salvaron muchas vidas. 


Suecia se convirtió en un insólito pararrayos ideológico. Muchos científicos responsabilizaron a las autoridades del país por el repunte de fallecimientos. Durante una audiencia en el Senado en Washington, Anthony Fauci, principal especialista en enfermedades infecciosas de Estados Unidos, y el senador republicano por Kentucky, Rand Paul, tuvieron una fuerte confrontación relacionada con Suecia. El gobierno sueco ha reconocido haber cometido errores, sobre todo en los asilos de ancianos, donde la cifra de decesos fue abrumadora. Con una población de 10,1 millones de personas, Suecia tuvo en promedio un poco más de 200 casos al día durante varias semanas. Al cabo de unos meses, los dirigentes políticos europeos, deseosos de evitar confinamientos impopulares y desastrosos en términos económicos, confiaron en las medidas de distanciamiento físico al tiempo que intentaron conservar cierto grado de normalidad manteniendo escuelas, tiendas, restaurantes e incluso bares abiertos. Tal es el ejemplo de la Comunidad de Madrid bajo la presidencia de Ayuso.

Todos los países europeos siguieron, en mayor o menor medida, el modelo sueco, pero ninguno lo quiso reconocer. Caricaturizaron la estrategia sueca, la calificaron de inhumana, pero la asumieron como la mejor. Hay que reconocer que los suecos se confinaron solos, los políticos suecos confiaron en su pueblo para que aplicara por sí mismo las medidas de distanciamiento sin tener que castigarlo de manera tan injusta como antidemocrática. 

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