viernes, 26 de noviembre de 2021

Post Crónica 10: La guerra que estalló del virus

Cementerios vacíos de público por la covid, no de cadáveres que son sepultados prácticamente en soledad (aunque no les importa ya, es solo dolor para los que siguen con sus vidas). Tanatorios colapsados. Residencias geriátricas convertidas en cementerios. Durante unos meses la muerte, una de las primeras manifestaciones de cualquier enfermedad vírica desconocida hasta ese momento por la humanidad, asoló implacable el planeta, pero especialmente algunos países: el nuestro el primero.

Año y medio más tarde, el plan de rescate a las economías europeas se destina, sin pudor alguno, a engordar la red clientelar del Estado, no a remediar los destrozos de la pandemia. Año y medio más tarde, el director general de la OMS sigue culpando a "la falsa sensación de seguridad de los europeos" el aumento de los contagios tras cada ola. 

Alguien pensó, ilusamente, que derrotaríamos a este virus. En realidad, infinidad de álguienes lo pensaron. La propaganda resultaba útil para reforzar la descalabrada seguridad de una población enclenque e inculta, incapaz de soportar que la gente muera de enfermedad o los volcanes erupcionen. La gripe que hasta no hace tanto tiempo causaba trescientos mil muertos al año en nuestro país, es evolución de aquella gripe española de primeros del siglo XX que se llevó por delante a cuarenta millones de personas en todo el mundo, veinte veces más que este coronavirus. Pero los refuerzos racionales no se escuchan porque vivimos sentimentalizados hasta la náusea. A mí no me apena que muera un octogenario, mucho menos un nonagenario (mi padre se quedó en septuagenario y mi madre apenas pervivió un par de años tras ser octogenaria). Me apena el dolor de sus familiares en caso de conocerlos, pero de manera limitada porque la vida es muerte y la muerte ha sido antes vida. Quien quiera drogarse con el libelo de la vida perpetua y que uno es joven hasta cuando tiene cien años porque la juventud se encuentra en el espíritu, es libre de hacerlo. Hay muchas maneras de ser estúpido en la vida, no solo en los negocios. No es estupidez pensar que las vacunas son efectivas el ciento por ciento y para siempre. Es solo incultura y se soluciona leyendo y dejando de ver a los salvados y a los que miran cómo cantan y a los cocineros máster. 

Otra evidencia más de cómo la maldad humana causa estragos en tiempos revueltos, como este, lo encontramos en las despiadadas campañas contra quienes entienden que nos están engañando a todos como a no-chinos, y en esta categoría hay muchas clases, desde el que piensa que todo es un timo, al que encuentra ilógico lo que unos proclaman y luego realizan, pasando por quien sospecha que detrás de todo se encuentra Spectra. Pero como chivo expiatorio son inexcusables y sirven tontamente al objetivo artero de los gobiernos y grupos de presión para que nadie cuestione las decisiones que toman, sean buenas o malas. 

Y mientras tanto, la gente sufre por una economía que se viene abajo, apuntalada tan solo por los bancos centrales. Eso sí, las sedes sindicales, los separatismos y vaya usted a saber quién más, se verán regados con los fondos europeos diseñados para paliar los desastres de una guerra que antes ha servido de excusa que de lamento.



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